24 de abril de 2013

"...a la vez, poco y mucho tiempo".

¿Por dónde empezar? Quizás la respuesta más lógica (a la vez que estúpida), sea que por el principio. Pero cuando te encuentras en un momento de tu vida relativamente inestable, lleno de baches, lleno de momentos extraños, lleno de mierdas y alegrías extremas entremezcladas en un cóctel de dudosa procedencia y de sabor irreconocible, no sabes dónde coño está el principio. Quizás debería continuar por donde lo dejé, por aquel momento en el que Campanilla regresó y, os adelanto, no se volvió a marchar; en aquella conversación que consiguió que se estremecieran los 2.321 km. que me separan de aquella persona de la que estuve (quizás) enamorado. Pero no creo que lo haga, porque no sé vosotros, pero yo no me veo con capacidad (ni derecho, cabe decir) de juzgar los sentimientos de nadie.
Desnudado ya el pasado de aquella relación cibernética de la que hoy día me arrepiento me voy a ceñir a mi presente, a mi tan increíble como impredecible presente. Y para no perder buenas costumbres, lo haré a modo de historia en primera persona.

"Y volví a despertar. Y volví a suspirarle a la mañana de aquel nuevo día, a aquellos rayos de sol que se colaban por una persiana entreabierta, a aquella estancia tan familiar ya para mí y a aquellos diez meses exactos que habían transcurrido desde la primera vez que pisé aquella casa. Instintivamente giré hacia la derecha y allí estaba él, como siempre, como tantas otras veces. Mis movimientos le alertaron y entreabrió los ojos para dedicarme una mirada tan dulce como soñolienta, una mirada que me devolvía la vida, una mirada que partía de sus ojos, tras aquellas largas y preciosas pestañas, y se clavaban en mis pupilas deseándome buenos días con susurros insonoros. Sentí esa sensación increíble casi al instante. Esa sensación al despertar que te indica que has despertado en el lugar correcto y no fui capaz de imaginar otro sitio mejor en el que podría estar en ese momento. Ni uno solo en toda la faz de la tierra. Campanilla dormitaba a los pies de la cama, bañándonos en cada batida de alas inconsciente con aquel polvo de hadas que nos hacía volar a ambos. También comenzaron a amanecer aquellas mariposas en mi estómago, aquellos lepidópteros estomacales que me hacían sentir vivo, que me hacían sentir que merecía la pena volar tan alto como lo estaba haciendo. "El golpe será terrible", avisaba Pepito Grillo en sus apariciones esporádicas que yo ignoraba. Había demasiados acuerdos pactados, demasiados planes por realizar como para que todo acabara tan pronto como había empezado. Mi único temor es que el fin llegara paulatinamente, de manera lenta, y me agarraba a la idea de que eso era imposible mientras me aferrara a aquel torso que subía y bajaba al compás de una respiración que se me antojaba, día a día, cada vez más dulce."

Ya avisaba mi corazón en aquella transición de que todos aquellos sentimientos que comenzaron a materializarse en mí hace casi un año darían bastante juego, y a la vista está de que era cierto. He cumplido sueños húmedos (con connotación sexual también, cabe decir), tengo otra visión de futuro y la acción comenzó bastante pronto. No me arrepiento de nada de lo que ha pasado en los últimos 10 meses, aunque cambiaría mi modo de actuar respecto a algunas situaciones.
No tengo ya muchas ganas de seguir escribiendo. La inspiración se desvanece a cada interrupción de la familia preguntando por el trabajo, pero tengo muchas ideas y muchas cosas en la cabeza de las que nunca me olvido. Quiero esa casa, esa obra de flauta y violonchelo, esa vuelta al mundo, esas mariposas en mi estómago, esa vida... Y te quiero a ti, Antonio, mi creador de mariposas. "Diez meses son, a la vez, poco y mucho tiempo", tienes toda la razón, pero espero que los meses se conviertan en años y espero que esa conversión sea a tu lado.
No merece la pena resaltar los marcadores que dan título a este humilde blog que refresco con esta breve entrada. Mi mente apenas ha conseguido un par de tantos mientras que mi corazón a reventado por goleada a mi cerebro. No sé cómo lo has hecho, príncipe, pero espero que no me dejes despertar nunca de este sueño que comenzó aquel 21 de Junio del 2012. Estoy completa y perdidamente enamorado de ti. Te amo...


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