22 de diciembre de 2010

Reminiscencia...

Antes que nada un pequeño repaso a la filosofía de Platón para entender bien el título de la entrada de hoy. Platón dividía al hombre en cuerpo y alma, y por otro lado, dividía también el mundo en 2 partes: la parte inteligible o mundo de las ideas, y el mundo sensible, siendo el primero el mundo real, del que adquirimos nuestros conocimientos a través de la reminiscencia, que es el proceso mediante el cual recordamos todo el conocimiento que nuestra alma aprendió cuando se encontraba en ese mundo antes de encontrarse por accidente con nuestro cuerpo. Después de este brevísimo resumen, podemos asegurar que reminiscencia es sinónimo de recuerdo de la realidad. Aclarado esto dejo aquí un pequeño relato.

"Ya había oscurecido. La noche se adelantaba por días y el invierno se cernía sobre nosotros. La Navidad esperaba impaciente a la vuelta de la esquina frotándose las manos gracias a la sociedad consumista que prevalecía entonces. No tenía más remedio que entrar en aquella casa, pues tenía empapados de lluvia hasta los calcetines. Toqué tres veces a la puerta y tras un breve eco, una vez más. Así era la seña para que supieran que era yo y fue precisamente Sergio quien abrió la puerta con una sonrisa ligeramente maliciosa. Pregunté por la ausencia de su madre y su hermano y un "han salido" fue todo lo que obtuve como respuesta. Estabamos solos, entonces. Aquellas 4 paredes nos otorgaban la más fría intimidad. Dejé mis cosas en el suelo, a un lado de la mesa del comedor y me dirigí al baño con su mirada siempre clavada sobre mi silueta. Terminé de orinar y tras tirar de la cadena me giré y allí estaba él, con los pantalones a la altura de las rodillas, acariciando con suavidad su miembro mientras se lamía los labios con la lengua, juguetona en el interior de su boca. Sabía lo que tenía que hacer. Me aproximé a él sin mediar palabra alguna y posó sus manos sobre mis hombros, haciendo una ligera presión sobre ellos hasta que mis rodillas cedieron y tocaron el suelo, quedando mi rostro a la altura de su cadera. Apenas estaba a 10 centímetros de mi, podía notar el edor característico que emanaba de su entrepierna y sentí una ligera arcada, pero no podía detenerme. Extendí un brazo y la tomé en mi mano. Poco a poco fue tomando grosor, volumen. Susurraba cosas ininteligibles para mí en aquel momento, suspiraba con cada movimiento, ponía los ojos en blanco y se acariciaba la nuca mientras movía el cuello de un lado hacia otro. Por otro lado, yo seguía allí, de rodillas, frente a su excitación que aumentaba por instantes. De pronto me tomó de nuevo de los hombros, esta vez para incorporarme y, una vez de pie, me empujó hacia el lavabo y bajó mis pantalones con suavidad. Acarició mi espalda mientras se mordía la lengua. Tomó su miembro y golpeó mis nalgas unas cuantas veces antes de comenzar a buscar una entrada hacia mi interior. Tanteó mi entrepierna con su pene hasta que finalmente lo introdujo lentamente entre mis nalgas. Sentí dolor, mucho dolor, como la vez anterior y la anterior... Remitió ligeramente cuando se alejó de mí y volvió a aumentar cuando se aproximó. Poco a poco me fui acostumbrando y el dolor fue desapareciendo. Cada vez que arremetía contra mí era un nuevo suspiro de placer que emitía, sientiéndose cada vez mejor, intentando aguantar lo máximo posible. De pronto las lágrimas comenzaron a amontonarse en mis ojos y resbalaban por mis mejillas con cada embestida. Me agarré al lavabo con fuerza intentando no caer sobre él de bruces, pues cada vez me penetraba con más fuerza. Me agarró del pelo y tiró hacia atrás sin parar de arremeter. Me lamió la oreja, la mejilla hasta que finalmente introdujo su lengua en mi boca. Y de pronto se detuvo, no sabía por qué. Se dio la vuelta, cogió un poco de papel y se limpió la entrepierna. Me tendió un poco y me comunicó que me limpiara las nalgas. Hice caso sin rechistar, mordiéndome las lágrimas. Cuando tiré el papel al váter vi un líquido blanco impregnando el papel mezclado con otro líquido rojo: mi propia sangre. Se subió los pantalones y se encerró en su habitación no sin que antes pudiera ver la satisfacción dibujada en su rostro y sus ojos amenazantes fijos en los míos. Bastaría el tiempo suficiente para que cicatrizara la herida que me había hecho para que la situación se volviera a repetir."

Puede que os parezca un relato erótico e incluso habrá quien se haya excitado leyéndolo, pero la cosa puede cambiar si os develo que el protagonista, el hombre que cuenta la historia era entonces un niño de apenas 8 años y su compañero sexual, su agresor o violador, como prefirais llamarlo, tenía 17 y le tenía sometido a esa situación de acoso bajo falsas amenazas de palizas. Quien quiera puede volver a leer el relato y entenderá algunas cosas que no entendía antes, por ejemplo la ignorancia del protagonista, del niño, frente a aquel líquido blanco que tenía entre las nalgas tras la agresión, o por qué tendía a llorar mientras duraba el acto.


Compartiréis conmigo en que es un hecho traumático, que es difícil de superar y que puede marcarte de por vida. Hace 2 semanas fue el día internacional contra la violencia de género y contra la violencia infantil, y se vio en las noticias cómo levantaban una tarjeta roja y una azul respectivamente para denunciar dichos actos. Por eso, yo hoy, levanto ambas tarjetas, aunque sea con 2 semanas de retraso. Es inadmisible que haya más niños en el mundo que tengan en lo más oscuro de su memoria recuerdos como el que hoy os relato.

(Basado en hechos reales).

PD. Se aceptan comentarios. Jajaja. =P

21 de diciembre de 2010

Dulce Navidad (?)

Volví a verle sin apenas entusiasmo. La magia se había desvanecido en apenas dos semanas justo cuando el asunto comenzaba a tomar jugosidad en la parte rosa de mi cerebro: Raúl había cortado con su supuesta novia, lo que dejaba via libre para mí, pues llamadme loco (yo lo hago constantemente), creo que eso era un simple cuento creado por los prejuicios y el temor a la discriminación, es decir, lo típico. Si exite algún sólo gay sobre la faz de la tierra que no se haya liado con alguna tía para acallar las malas lenguas o simplemente decir que le gustaba una mujer, que diga "YO". Por mi parte no lo haré. Así que, ¿quién me dice a mí que Raúl no está haciendo eso? Hablar tanto de mujeres y cuando se muerde la lengua guiñarme un ojo y repasar mi anatomía con un suave gesto de sus pupilas... Son todo señales, pero como decía antes, la magia ha desaparecido. Esta vez mis pupilas ya no dibujaban la belleza a su alrededor, pues se nublaban con el vapor de la cafetera e incluso cuando mi compañera me avisó amistosamente que él se acercaba por la puerta trasera, me alejé cuanto pude de la cocina aproximándome al ventanal de la entrada y bromeando con unos clientes acerca del sorteo nacional de la lotería de Navidad de mañana. "Hoy es el último día que trabajo", decía. "¿Por qué?", preguntaron curiosos. "¿Cómo que por qué? Pues porque mañana me va a tocar la lotería", aseguraba yo. No pude entretenerme más y fue entonces cuando me acerqué a él, le sonreí, le saludé y después fue cuando me informó de su ruptura sentimental. "¡Oh! Que lástima". No le di más confianza de la ya dada y se alejó, no sin antes dedicarme un último guiño y deseándome felices fiestas con un ligero brillo en sus pupilas como si quisiera hacerlo dándome dos besos. Los sentí en mis sendas mejillas y se alejó de nuevo, esta vez como el vapor de la cafetera que se perdía en el vacío del exterior a través de la ventana.
En la anterior actualización vaticiné que Raúl dejaría de robarme el sueño cuando hubiera otro alma real que me canalizara mis pensamientos en otra dirección... Pues bien, ya la hay, pero aún es demasiado pronto para hablar del tema, pero quiero advertir a mis lectores (aunque sean pocos) que estén atentos porque puede que los marcadores que le dan título a este blog sufran cambios pronto y sobre todo, a principios de año. La obviedad de mi tocayo será decisiva.
La interrogación del título de hoy es por que las fiestas navideñas se presentan sencillas, simples y planificadas como tantos años anteriores, aunque esta vez son más tranquilas, o al menos así lo aparentan, pero dado que me he llevado sorpresas últimamente, prefiero no asegurar nada, de ahí la duda.

Intentaré disfrutar de los polvorones, los regalos bajo el árbol, las gambas a precio de oro por peso, de los juegos familiares y evitaré pensar en las ausencias que experimentaré, pues me queda mucha familia distribuida y que también me hace mucha falta. Os apremio a todos a que hagáis lo mismo, disfrutad de esta época del año, que en breves viene otro año nuevo, y no sabemos lo que nos depara el futuro, así que ¡a disfrutarlo!

1 de diciembre de 2010

El Síndrome de Peter Pan

Ayer volví a verle... ¿A quién? Pues a Raúl... Entró por la puerta de atrás, la de la cocina, como de costumbre, contoneando inconscientemente el aura de belleza que mis pupilas dibujaban juguetonas a su alrededor. Sus ojos brillaron al encontrarse con los mios y de mi boca salió un suspiro casi sexual cuando pronuncié su nombre. Me guiñó un ojo, como solía hacer siempre que nos encontrábamos y se limitó a sonreirme sin retirarme la mirada. Si las circunstancias hubiesen sido diferentes podría haberle mantenido la mirada durante horas... Nunca me cansaría de mirar sus ojos color miel, su pelo corto castaño, rebelde sobre su cabeza y esos labios... ¡Y sus manos, madre mía! Que manos tan masculinas y sensuales. Retuve sin saber cómo la sangre en mi cabeza para que no se distribuyera por otros musculos de mi anatomía e intenté concentrarme en mi trabajo, pero resultaba difícil con una mirada tan apetecible clavada sobre mi perfil. Intercambiamos algunas miradas, gestos sexuales con la lengua casi imperceptibles para el resto de los mortales, pero no para mí. Esperó a que mi jefe le pagara por la mercancía que había traido y se alejó hacia la puerta trasera cuan deseo encarnado en una moneda cae hacia un pozo sin fondo. Su silueta se desdibujó tras la intensa luz del día y volví a la realidad, como si de un intenso sueño se hubiera tratado. Mi ritmo cardíaco volvió a su estado normal y mis manos dejaron de emitir ese temblor inconsciente que había entorpecido mis tareas los últimos cinco minutos.
¿Quién es él? Simplemente un nuevo amor platónico, un amor creado por mi subconsciente que me persiguiría en las noches de insomnio durante un tiempo indefinido, tal vez hasta que un alma real y palpable me robara los segundos dedicados a él. Un amor incierto, irreal y confuso lleno de falsas intuiciones y de vanas señales que hacían que tuviera incluso ganas de llorar. ¿Llorar? No esta vez... Ya era suficiente, ¿o no? No podía creer que no hubiera madurado ni siquiera un poquito desde la última lágrima. Yo, tan maduro y adulto, con el alma envejecida por mis obligaciones, siendo aún un niño encerrado en el cuerpo de un adulto... ¿O es al revés? Quizás solo soy un adulto encerrado en el cuerpo de un niño. Quizás simplemente me perseguía el síndrome de Peter Pan, creciendo sin parar pero sin querer ser mayor, queriendo ser siempre joven aunque pasaran cien años. Quizás eran esas falsas esperanzas y anhelos los que alumbraban tímidamente la oscuridad que se cernía sobre mí.
No creo que de fruto alguno la no-relación que mantengo con Raúl... De hecho, no creo que de ni tan siquiera una semilla. Pero la ilusión y la infinita esperanza sigue ahí, como la sombra juguetona del niño que no quería crecer, actuando por voluntad propia sin hacer caso de las instrucciones de su creador, cuan monstruosa creación fruto de una mentira. Campanilla me ayudará si caigo en el vacío. Siempre lo hace.
El sábado será un gran día, o al menos me queda la esperanza de que Edu así lo intentará, porque aunque sólo nos hemos visto una vez,  ya siento una ligera dependencia de él, de saber que el sábado me hará reir hasta la saciedad. Le necesito ahora mismo, aunque resulte complicado de comprender.
La Navidad se cierne sobre nosotros, pero se presenta tan imperturbable y oscura como años anteriores... La gracia de los mazapanes y las bombillas de colores se apaga con los años, y para mí, apenas lucen ya.
Mientras espero a que aparezca bajo el árbol la bolsita correspondiente de carbón, seguiré mirando hacia el cielo, hacia la realidad, desde aquí, desde el país de Nunca Jamás, siendo aquel niño que nunca quiso crecer y al que nunca le dejaron cumplir ese sueño.